El otro día un conocido mío que suele ir a por níscalos todos los años desde que era pequeño (únicamente níscalos, nunca ha ido a otra seta) fue a revisar su cosecha de ese día y se encontró con unos cuantos de ellos que en vez del látex naranja segregaban látex rojo. Los tiró todos, menos uno para enseñármelo a mí, por no saber lo que eran (aunque no tengo la menor experiencia todavía con setas, al menos sí que alcanzaba a ver que era un L. Sanguifluus).
Esa es la actitud correcta. Aunque después haya averiguado que eran perfectamente comestibles e incluso posiblemente de mejor calidad que el níscalo de toda la vida, a la menor duda siempre es mejor arrepentirse de haberlo tirado, que de haberlo comido.