Hola amigos.
Ya estalló la temporada otoñal y este año parece que no nos vamos a aburrir. Por un lado es una maravilla, ya que el monte está precioso. Por el otro volvemos a aquellas clásicas preguntas del "¿ésto se come?".
Este fin de semana pasado hice dos "incursiones" al bosque.
La primera, la mejor, acompañado por mujer, hija e hijo, por un encinar acidófilo y solitario. Es lo bueno que tiene el estallido boletal, que el encinar guadarrameño queda vacío.
Allí lo pasamos bien. Vimos Xerocomus impolitus, plagas de Agaricus xanthoderma y de otro Agaricus (creo que de la secc Sangunolenti y con rueda dentada) que pondré en identificación, lepiotas, galampernas,... hasta huellas de dinosaurio localizó mi hija mayor
En la segunda, más decepcionante, fuimos en busca de edulis. Haberlos, haylos; y muchos. Y eso genera una gran presión humana en el pinar. Sólo andando, y andando y andando, recupera uno ese bosque solitario de pinos majestuosos y tejos centenarios con que se deleitaba en septiembre.
Vimos montones de latas de cerveza tiradas, mucha bolsa, y hasta carreras. Si, si, lo que habéis leido. Iba yo a ritmo infernal dirigiéndome hacia mi punto de partida (me gusta alejarme lo máximo posible antes de empezar a buscar cosillas), y veo gente que echa a correr por si me da por ponerme delante de ellos y llevarme todos sus boletus
Alucinado quedeme.
Del pinar sólo os muestro una fotografía; un jovencito tejo que ya estaba allí cuando mi abuelo llegó a este mundo. Testigo mudo de esta fiebre enloquecedora.
Alguna foto interesante me dejo en el tintero, pero ya conocéis mi escaso arte para retratar con una cámara la majestuosidad de lo que veo. Una pena.
Un saludo, y buen otoño. Para todos.