La opinión de Juan Pina:
19 / 05 / 2011
Indignaos, sí, pero con quien corresponde
Juan Pina
Las pancartas y consignas de la Puerta del Sol expresan la indignación hesseliana de la generación cuya infancia transcurrió en la nueva Belle Époque inducida por los gobernantes y su banca central, y cuya juventud se ha hecho añicos al despertar de ese sueño feliz y constatar que el llamado Estado del Bienestar era una farsa insostenible.
Anestesiados por la droga socialdemócrata, por los Mundos de Yupi que diseñó Olof Palme, los ciudadanos han exigido al Estado más y más crédito. Los políticos, encantados, repartían esa droga cuya producción reforzaba su poder. Sabían que antes o después la droga se terminaría y la cruda realidad dejaría sin futuro a una generación, pero procuraban que ese cambio de ciclo no les pillara durante su mandato. Con más deuda, retrasaban ese desenlace al precio de agravarlo.
El monetarismo keynesiano nos ha llevado de ciclo en ciclo durante muchas décadas, pero en las últimas un hábil Alan Greenspan, ese alquimista de la Fed, llegó a hacer creer a muchos, a casi todos, a la izquierda y a la derecha, que era posible instalarse en un long boom eterno o, como mal menor, hacer que cuando llegara su final se produjera como un desinfle paulatino y sostenible. La minoría de economistas austriacos se pasó todo el boom alertando del camino de servidumbre, de la senda suicida por la que nos llevaban los Estados y la banca central. Nadie les escuchó. Todos nos llamaron agoreros, pesimistas o aguafiestas. Borrachos de crédito fácil, los políticos se dedicaron a construir aeropuertos fastuosos y a darle a los ciudadanos unos niveles nunca antes alcanzados de “bienestar” estatal, a cambio de trincar por el camino su mordida. No había problema. Había droga para todos. Los ayuntamientos convertían las ciudades en impecables maquetas, en decorados cursis y perfectos. Los ministerios se lanzaban a construir infraestructuras multimillonarias, cuanto más grandes y fardonas mejor (pues serían más costosas y dejarían mayores comisiones, aparte de provocar un “oooh” más emocionado de los paletos). Y los ciudadanos… a los ciudadanos se les contagió de esa misma fiebre del crédito. Particularmente grave fue el caso de España, donde el PPSOE que nos gobierna ininterrumpidamente desde 1982 consiguió lo impensable: convertirnos en el tercer país del mundo desarrollado por deuda (tres veces y media nuestro PIB).
Y ahora que los Estados han quebrado la economía, ahora que el dinero de Monopoly que emiten está al borde de generar una especie de corralito mundial, ahora que la deuda soberana es una activo tóxico, ahora que despertamos del sueño socialdemócrata (que llegó a calar por igual en los partidos de todos los colores, apenas con ligeros matices), ahora que de verdad deberíamos indignarnos, ¿qué sucede? Pues que los jóvenes sin futuro y los parados sin presente toman la Puerta del Sol para exigir más burbuja, más Papá-Estado… más droga crediticia, más Mundos de Yupi.
Pero, ¿quién creíais que iba a pagar aquella fiesta, la frívola barra libre de las supuestas vacas gordas? Pues vosotros. La vais a pagar vosotros porque la alianza de políticos y banqueros centrales orquestó durante décadas la deuda insostenible que ahora os toca pagar. Indignaos con vuestros mayores, que miraron hacia otro lado y compraron sin crítica los mensajes felices del Hiperestado al grito de “ande yo caliente…” Vosotros vais a pagar el desastroso sistema de pensiones que no capitalizó el ahorro de los mayores. Tocaréis a medio jubilado por barba. Vosotros vais a pagar los daños colaterales de la burbuja crediticia de los tiempos de falsa bonanza económica: destrucción de empresas y empleo, ladrillazo y corrupción. Vosotros vais a pagar con falta de oportunidades los excesos de gasto público y privado de los últimos veinticinco años.
Y ante esa situación, ¿qué haréis? ¿Exigirle al Estado que incurra con mayor determinación aún en los mismos errores que provocaron la crisis? ¿Que impulse una nueva expansión crediticia? Pero si ya ni siquiera es posible, si estamos en bancarrota. La salida será la devaluación aunque haya que salirse del euro (o devaluar el propio euro) y a continuación incurrir en una inflación salvaje que constituye el peor impuesto a quienes menos tienen. Es con esa pérdida de poder adquisitivo con la que pagaréis la buena vida de las generaciones anteriores. La socialdemocracia del PP y del PSOE, en vez de impulsar el ahorro para las generaciones siguientes, vivió mientras pudo de su futuro esfuerzo.
Tenéis motivos para indignaros, desde luego, pero no con el supuesto libre mercado (¿libre?) ni con el supuesto capitalismo (¿dónde?). Apuntad bien: Indignaos mejor con la casta parasitaria que regenta las grandes empresas mezcladas con el poder político, es decir, indignaos con quienes han falseado el capitalismo y lo han sustituido por un terrible “capitalismo de amigotes” (crony capitalism) intervenido por el Estado y orientado a la perpetuación del establishment.
Indignaos con los políticos de todos los colores que os han suministrado la droga crediticia y os han convencido de que era obligación suya procurar vuestro bienestar “repartiendo” lo que ni siquiera existía, porque al hacerlo se quedaban con la mejor parte.
Indignaos con el mal llamado Estado del Bienestar, convertido en realidad en el bienestar del Estado y de los golfos que lo administran. No pidáis un cambio de administradores pues todos se tornarán deshonestos cuando lleguen al poder y les ciegue el monto a administrar: pedid mejor que se os deje administraros solos, individualmente.
Indignaos con las trabas que os pone el sistema para poder emprender o trabajar (que es lo mismo), con la burocracia y los impuestos y cotizaciones para abrir una cooperativa o una micropyme. Exigid un marco justo para el trabajo autónomo y para el teletrabajo.
Indignaos con la inseguridad monetaria de una divisa carente de respaldo objetivo y de un sistema de banca fraccionaria que constituye una auténtica bomba de relojería (por cada euro que depositáis en un banco, el Estado le permite prestar a la vez unos veinte que sólo existen en los apuntes contables de la entidad). Si de verdad queréis acabar con la mafia de los banqueros, exigid patrón oro y encaje bancario cien por cien.
Indignaos con el sistema que no os permite acceder a buenos servicios privados y os obliga en cambio a usar los servicios públicos inflexibles, burocratizados y de mala calidad; es decir, exigidle al Estado bonos canjeables para poder acudir a la sanidad o la educación privada de vuestra elección, en vez de seguir alimentando el Leviatán estatal donde ellos reinan metiendo la mano en la caja y colocando a sus amigos.
Indignaos con el sistema de pensiones quebrado que no devuelve a los cotizantes su aportación más los intereses, sino unas pensiones arbitrarias y miserables.
Indignaos con el Estado orwelliano que quiere controlar Internet y forzad que se derogue la ley Sinde, que no se llegue a implementar el terrible firewall europeo que están a punto de poner en marcha, y que la alta encriptación sea un derecho inalienable.
Indignaos con la casta política y con sus repugnantes privilegios, pero sobre todo con el sistema electoral que les perpetúa inexorablemente en el poder. Exigid democracia real ya, pero exigid que ésta se limite a la adopción de las decisiones estrictamente colectivas, que son muy pocas, y devuelva a cada persona el control de su vida y de sus decisiones en todo lo demás. Es decir, exigid una postdemocracia plurárquica que no nos lleve hacia nuevas formas de estatalismo y tiranía, hacia un revival del fascismo o del comunismo, sino hacia una mayor emancipación del individuo.
Ojalá os indignarais así. Ojalá vuestra Spanish Revolution fuera libertaria. Pero veo con tristeza que las propuestas que hasta ahora van rezumando de la Puerta del Sol no apuntan en esa dirección, sino en la del colectivismo de siempre y en la de fortalecer al Gran Hermano para que os dé lo que pedís o al menos una migajas. Y no es esto, ¡no es esto!
Los políticos se estarán frotando las manos ante vuestra ingenuidad, pero estáis a tiempo. Después de indignaros, con la serenidad que sigue a la protesta, pensad un poco y veréis que no todo es blanco o negro, que seguramente le estáis haciendo el juego a vuestros enemigos, que la solución no es más Estado, más controles, más prohibiciones, más regulación ni más obligaciones, sino más libertad. Y algunos pensamos que ha llegado la hora, que ya basta de ataduras y mordazas: ¡Libertad real ya!
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Juan Pina es el Presidente del Partido de la Libertad Individual