El día empezo fantástico, un cielo azul nos hacia parecer que íbamos a pasar una jornada de las bonitas, mi acompañante: mi padre, la promesa: que cogería su primer pinícola, su primer boletus. Por mis cálculos, sabían que tenían que estar...
El día empezaba llenando las cestas de senderuela, ya puse en un post que es la seta preferida en mi casa y como es fácil cogerla nos queríamos asegurar de aprovisionarnos bien de esta delicia, mis corros nos fallaron estaban ahí esperándome.
Cuando nos cansamos de coger, allí se quedaron las senderuelas de exceso que ya considerábamos suficientes. Me lleve a mi padre a una zona donde pensaba que podría haber sorpresa... la sorpresa me la lleve yo... la vi mal la zona pero encontre un pequeño nidito de pinícolas... poca cosa los gusanos habian hecho el resto... mal empezabamos... mientras se formaban unas impresionantes nubes de filadelfia encima de nosotros que de vez en cuando nos hacía prever lo que más adelante paso.
Largas caminatas, que terminarón por hacer un encuentro: mis primeras colmenillas, alegría mayúscula. Pero mi padre tenía que encontrar su primer boletus... andando y andando horas y horas. ¿Que pasaba algo fallaba? Mientras los marzuelos, estaban hay, pero no eran suficiente.
Alguna gyromitra nos asustaba pensando encontrar colmenillas...
Las lluvias ya descargaban granizo y agua encima nuestro.... habia que aguantar como fuera... una promesa es una promesa y sabía que estaban hay...
El cielo nos daba una tregua, nos quitaba la lluvia y nos ponía la oscuridad, nubes negras anunciaban lo peor... estaba ya extenuado... y en una idea desesperada decidí cambiar radicalmente de sitio... me lo jugaba todo a una carta, los nervios ya se palpaban, un hijo no puede fallarle a su padre¡¡
Con las piernas ya doloridas y truenos haciendo encoger los hombros... hay estaban¡¡¡ los pinícolas¡¡ enormes y preciosos ejemplares¡¡ ya tenía la foto que quería de mi padre escuchando ese tremendo sonido al retorcerlos y sacarlos de los brazos de la madre naturaleza¡¡
Unos cuantos nidos... y corriendo para el coche... la tormenta aguanto lo justo para hacernos llegar al coche corriendo, cerrar las puertas y venirse a Valencia con la sonrisa de una promesa cumplida, sobraban las palabras.