Como me recomendó Xiquet hace unos días, ayer me fui a pie de monte a ver de primera mano cómo se presentaba una primavera que tenía pinta de estar muy limitada por la sequía del invierno.
Y al llegar... nada. Allí donde otros años para estos días se cogen Marasmius Oreades a capazos no había casi ni rastro de actividad micológica, sólo un corro de brujas vacío con el que por lo menos marché con algo de esperanza.
De bajada decidí desviarme hacia un pueblo abandonado situado sobre una colina y en la que a veces sale alguna que otra carrereta desperdigada. Está a 200 metros de altitud menos que las otras praderas y en previsión de que la cosa podía ir atrasada pensé en parar un segundo. Esto fue lo que vi:
Una senderuela. No la cogí, la dejé allí plantada diciéndole "qué huevos tienes chica, de salir con la que os está cayendo"
Y ya de camino al coche, dando un pequeño quiebro cerca del río y como quien no quiere la cosa, encontré unas pocas más, que sí cogí.
Por si le interesa a alguien, prepirineo aragonés, a 900 m. Prados y ribera, con mucho boj por todos lados.
Aquello me estimuló para seguir buscando por allí aun sabiendo que había poco género, porque al fin y al cabo "quien quiera peces que se moje el culo", y pesqué algo que no me esperaba:
¿M. Esculenta?
Me quedé muy contento porque sólo tenía cogida la purpurascens en pinar, ninguna de ribera. Al final me compensó el viaje.