El 22 de Mayo un amigo y yo nos subimos al Pirineo para ver si encontrábamos senderillas. Sabíamos que las últimas semanas había llovido mucho y bastante bien repartido, que las temperaturas habían sido benignas y que había bastantes posibilidades de que la excursión nos saliera bien.
Para asegurar el tiro, no nos quedamos en la zona más accesible a vehículos, sino que fuimos caminando ladera arriba durante una hora, hasta llegar a unas enormes extensiones de pastizal a 1600 metros, situadas ya del otro lado de la montaña. Al llegar a la cresta, la vista era preciosa. Prados y más prados delante de nosotros, llenos de herraduras y círculos. Empecé a contar y me quedé en 40, y aún me quedaban bastantes por contar. Nosotros emocionadísimos.
Al llegar al primer círculo, nada. Siguiente, nada. Al tercero, un corrito de senderillas enanas. Nos pasamos cerca de tres horas comprobando herraduras, y la dinámica era siempre la misma: de cada diez corros, uno tenía cuatro senderillas mal contadas y enanas, el resto nada. El resultado fue un culo de cesta.
¿Qué fue lo que falló? ¿El viento? ¿El año? ¿Llegamos demasiado pronto para esa cota? Más abajo, a 1300m, el panorama estaba igual.