Como ya estamos en plena campaña otoñal, la mayoría de nosotros ya habremos entrado en contacto con millones de estos interesantísimos, minúsculos y populosos seres, que en ocasiones presentan demografías superlativas. Por tanto, como todos los otoños, hoy toca volver a hablar del idolatrado colémbolo.
Una gran parte, por no decir la mayoría del reservorio universal de almas sirve para dar vida a estos individuos, que se alimentan también de nuestros preciados carpóforos.
La tricholoma columbeta, el clitocybe nebularis y el hygrophorus chrisodon son las 3 setas que hasta ahora he visto mas parasitadas por estos graciosos animálculos, llegando a desintegrarlas por completo cuando su demografía supera la capacidad de la seta para soportarlo, llegando en ocasiones a teñirse de color negro setas que en condiciones normales deberían ser de color albino.
No hay ninguna especie fúngica, comestible o no, que se escape a las microscópicas mandíbulas de estos curiosos seres, incluidos los idolatrados boletus edulis.
Aparecen sobre todo en zonas de clima húmedo, y son mas abundantes en los años que hay tormentas veraniegas. Les encanta el agua, incluso he llegado a tenerles en los tiestos cuando me pasaba regándoles.
Cuando no son especialmente abundantes, alegran la vida del recolector de setas cuando las lava y ve a estos bichos saltar desde la seta y hacer piruetas acrobáticas, pues es muy divertido contemplarles.
Sin embargo, la cara amarga del universo colembológico se presenta cuando son tantos individuos que trillan las setas, dejándola como un colador. En ese aspecto no despiertan muchas simpatías entre los seteros.
Tiene que ser muy divertido ser colémbolo, como ya he exhortado en post anteriores, el vivir en muchedumbre, sin pasar apenas soledad, contemplar entusiasmado a esos vecinos alargados con los que comparten seta, que se arrastran por las galerías practicadas por el colemboleamiento, o por ellos mismos.
Para los colembolos esos minúsculos gusanitos de las setas deben ser como inofensivos monstruitos que van a rastras, mientras el colémbolo le vacila y se burla de ellos con su agilidad y sus gráciles saltos.
Una vida apasionante la del colémbolo, y por ello no es de extrañar que una gran parte de las almas sean reservadas en exclusiva para ellos.
Por cierto, ahora que hablamos de gusanos, ¿Alguien sabe por qué los gusanos de las caesareas son verdes? ¿Se trata de una especie especifica, o es que al comer amanita se vuelve la sangre verde? ¿Algún potente consumidor de amanitas ha notado algún cambio en el color de piel, sangre u orina al consumir amanita en reiteradas ocasiones? Si es así, ¿a partir de qué cantidad se manifiesta el verdeamiento? Yo estoy empezando a comerlas y no quisiera llevarme ninguna sorpresa desagradable, aunque también podría tratarse de un efecto óptico debido al contraste del cuerpo gusanil con el color rojo anaranjado y amarillo de las caesareas.
Espero que les haya gustado este post, y por si alguien quiere participar para añadir algo mas sobre este apasionante mundo del colémbolo, o los gusanos de las setas que comparten su vida con estos simpáticos seres, queda abierto el post para cualquier intervencion.
Un abrazo muy fuerte para toda alma colémbola.