Los dos últimos fines de semana hemos ido a piñón fijo en busca del níscalo en una zona que conocemos bien de otros años y que sabíamos que estaba en floración. Lo que no esperaba era coger tantos en tan poco tiempo y tan sanotes, a pesar de casi alcanzar los 30º, aunque el segundo día ya empezaban a secarse los que no estaban a la sombra de las matas, debajo de las piedras o bajo tierra que era lo más habitual por esta zona; de ahí el título del post.
Había tantos que alguno salía literalmente encima del otro:
El resultado del primer día, que fui solo y a mediodía estaba en casa, fue éste:
Y el del segundo día, que fui en compañía familiar y sólo por la tarde, fue de tres cestas repletas:
Menos mal que los he regalado casi todos ya a amigos, vecinos y familiares, porque, si no, menuda paliza para limpiarlos con lo sucios que estaban. Ya sabéis que yo sólo los pruebo para ver si me sientan bien. Lo de cogerlos es un vicio del que no logro curarme, como tampoco me curo de mi extraña intolerancia.